lunes, 28 de marzo de 2011

FERNANDO SILVA CUENTISTA POR NATURALEZA.

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FERNANDO SILVA CUENTISTA POR NATURALEZA.:
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EL COMANDANTE
El Comandante es un viejo alto que sólo vive
fumando.
El puerto es muy triste y los guardias se van
a pescar.
Al mediodía el Comandante se cruza la calle
para ir al excusado
y allí se tarda bastante.
Después
sale amarrándose la faja
y se queda mirando la larga y asoleada calle,
sube luego las graditas de su casa
y se acuesta a dormir en una hamaca.
Allá, se levanta y ve irse
los botes mientras se desabotona la camisa
y se rasca.
Pero la tarde no deja de tener algo bonito.
El sol como un pájaro entre los palos,
que sale volando
cuando se los pone canta por ultima vez.

Fernando Silva, el poeta y narrador, el niño que remaba y hacía mandados en un barco sobre el río San Juan, hoy tiene 80 años. Habla de su familia, su relación con su padre, los misterios que guardan los poemas que escribe, su visión del nicaragüense.

Nació en Granada y a los siete años se quedo huérfano de madre, esto le provocó un enorme vacío que años después sólo la naturaleza pudo llenar en él.

Es pediatra de largo y recocido prestigio, fundador del pabellón de los servicios de leucemia y cáncer en el Hospital del Niño, ex diputado, ex magistrado del Consejo Supremo Electoral, Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua, pintor y retratista del lenguaje popular que con mucho orgullo llama “el lenguaje del pueblo de donde yo vengo”.

Su padre fue un militar, ¿cómo influyó esto en su vida de poeta?

Mis dos últimos libros La Foto de Familia, que es una novela y Uno Dice Cosas, aparecido este año, que es poesía, en ellos retrato cómo era mi familia, el significado que tiene para mí. Es como mirar una foto tomada por otro, así me expreso y los retrato en el libro y platico con ellos.

Mi madre muere cuando tengo seis años, fue una cosa horrible, me quedé con unas tías, mi padre no sabía qué hacer, él trabajaba en unas lanchas en el Lago de Granada y bueno mi papá, me llevó con él (Francisco Silva Guerrero), y comenzó a mandar en el río San Juan.

¿La novela es autobiográfica?

No tanto, sólo cuento lo que me acuerdo, lo que viví. Lo que trato de proyectar no soy yo sino el nicaragüense que sufre penalidades, las historias de su madre, su padre, cómo se enamora y cómo ha sufrido, cómo fue desarrollándose en la vida y encontramos cosas curiosas.

El río San Juan

¿Qué paso cuando llegó al río San Juan?

Me maravillé, mis ojos van descubriendo aquel río y veo mi vida abriéndose a lo nuevo. Veo a ese niño con ese enorme vacío por su madre muerta, con esa orfandad que lo inunda, empieza a descubrir un amor por la naturaleza que lo acompaña y le llena ese enorme vacío.

¿Cómo fue su relación con su padre en esa etapa?

Mi padre me da toda la libertad y en el río soy un botero que trabajo haciendo mandados, llegué a ser hasta timonel de una lancha de pasajeros El Juanita.

A la edad de 16 años, regreso a la civilización y empiezo mis estudios de universidad y mi internado en México. Pero con mi padre la cosa siempre anduvo bien, él me facilitó toda la libertad que debía tener y que puede escoger.

En su libro Uno Dice Cosas, ¿qué quiere expresar?

Es la colección de mis últimas poesías. Escribo llevando la imagen que es la que me da la vida y la que me dice las palabras que es la poesía y la poesía habla en mí.

¿Fue feliz en el río San Juan?

Sí, fueron años maravillosos. Salía en la madrugada y tenía mi propio bote, sacaba los mejores pescados, preparaba el anzuelo y la carnada y me sentaba a pescar, esperaba y ahí estaba el misterio que es el tiempo que estás solo con la naturaleza y es el momento en que te ponés a pensar hasta que te pique la poesía, es como la culminación del arte, que es como una gota que lo va llenando todo que es el arte.

¿Qué aprendió del río y la naturaleza?

Indudablemente que el conocimiento tiene una forma dentro de un camino del aprendizaje y del camino de la humanidad, cada vez que te unís a la naturaleza lo que te engrandece es tu humanidad.

Nosotros somos humanidad, somos como árboles, tenemos piel como la cáscara de un árbol, damos frutos, damos flores, la sonrisa de una mujer es como una flor, la gracia de una mujer es como una bella planta.

Lo que aprendí esos años fue humanidad y me sirvió para mi profesión de médico y especialista en niños, requiere una dosis de humanidad que es el llegar a comprender mejor al ser humano en el dolor.

José Coronel, el maestro

¿Cuál fue su relación con José Coronel Urtecho estando en el río?

Lo conocí en Granada. Cuando estaba en el Instituto, publicábamos una revista que se llama Matinal, entonces leyó uno de mis poemas y me mandó a llamar, le llevé mis originales de Barro en la Sangre y entonces lo leyó y en ese momento, muy alegre, me dijo que era lo más interesante que había leído en Nicaragua, mandó a llamar a Pablo Antonio Cuadra y a Francisco Pérez Estrada. Fue así cómo me hice amigo de él, era como mi papá, me mantenía en su casa o si no lo iba a ver, tendría yo unos 19 años entonces y era como el chavalo de aquel grupo.

¿Qué fue lo que le enseñó Coronel?

Su conversación era lo que él daba de sus conocimientos, de sus lecturas, de su cariño. Era una conversación tan fluida, tan hermosa, tan linda, sin ningún artificio. Él sabía mucho y nosotros como jóvenes lo escuchábamos, él por supuesto, era nuestro guía necesario sobre lecturas, poesía y autores que desconocíamos.

El oficio

Con muchos años en el oficio de escritor ¿cómo ve su poesía?

Fuera de modestia, me veo bien, no me veo orgulloso porque en mí no alcanza eso, porque soy un hombre que me conozco bien en mis debilidades y defectos pero sí me deja contento, como cuando uno hace una cosa bien.

Un poema lo meto al horno y después le doy su retocadita y lo compongo. Mi autocrítica es como si fuera de otro, claro, con cariño, a mí me llena de alegría un poema, un ensayo de alguien. Yo nunca he tenido envidia con nadie.

¿Cómo llega a la poesía?

Estando en el río, observaba un árbol y escribí, “Un hueco en un árbol, a un lado se pega el ojo y al otro lado se pega el río” y fue lo primero que escribí, estudiaba en el Instituto Nacional de Oriente, y empecé a relacionarme con Pablo Antonio Cuadra. Con mi primer libro de poemas en 1952, que es Barro en la Sangre, ahí comienzo realmente mi carrera de escritor. Después vinieron El Comandante, que es mi vida en el río, El Vecindario, y mis estudios lingüísticos que para mí es propicio porque hablo esa lengua, y eso me ha servido mucho en medicina para comprender el habla del pueblo.

Lo nicaragüense

¿En su escritura persiste en retratar al nicaragüense?

Las personas que he tratado me interesan en sus ambientes. Saber cómo vive una planchadora, un carretonero, un oficinista, qué le preocupa, de manera que cuando yo escribo retrato a las personas con una gran sinceridad.

¿Qué opina de las definiciones que PAC hace sobre el nicaragüense?

Hay dos mentes, PAC no fue hombre de la calle, pertenecía a otra clases social, tenía otra crianza y era de otra manera, él conocía a la gente que llegaba y se paraba en su puerta, los veía pasar. PAC habla de él viéndolo, pero esa autenticidad viene del que la ha vivido. Porque vos sabés que la experiencia de la vida es lo que da la experiencia del arte y de la creación.

Sus cuentos están hablando del “populacho” de la cuartería. ¿Por qué?

Esta es parte de la realidad que vive el país y mucha gente no la conoce. Es una realidad como si sólo la vieras en una película o leída en un libro de cuentos como los míos, pero es más que eso, es la vida, y mucha gente vive con esa realidad, pobre, planchando, lavando, buscando la vida.

¿Ha estudiado el lenguaje popular para llevarlo a su narrativa?

No sólo eso, lo he vivido porque vengo del pueblo. Soy el pueblo, lo conozco desde muy dentro, conozco como habla, y esa habla también es heredada de los indios que son como la semilla, de ahí inicia todo.

¿Cree vital el estudio de la lengua nicaragüense?

Sí. Ahí está todo para entendernos mejor. Hice un pequeño dicccionario analítico de la lengua en Nicaragua, ahí vas a encontrar referencias de los significados de nuestra lengua, por ejemplo, encontrás la palabra “chueco”, que en origen quechua significa deforme, derrengado, lo mismo que “churruco”, que en quechua significa salvaje, feo peludo, palabras que están incorporadas a nuestra habla diaria y que no sabemos en la mayoría de los casos su procedencia.

El güegüense (con “c”)

Usted es un defensor de escribir El Güegüense con “c”. ¿Por qué?

Ese Güegüense que representan no es el que está escrito, porque lo cambian. El verdadero Güegüense es el que está escrito por don Juan Eligio de la Rocha, y ocultan su escritura original, está escrito en lengua franca que era lengua de los indios.

¿Por qué lo ocultan?

No lo reconocen porque es El Güegüense vulgar, escrito en lengua franca, que es la lengua náhuatl y que nos enseña cosas como, por ejemplo, dice: “Matateco disjomispiela”, matate es motetet y matal significa descubrir, o sea que le descubrieron el motete y Britton lo pone como quitarse el sombrero para saludar y no lo es sino es descubrirse el motete para que enseñe lo que tiene ahí y vulgarmente es “enseñame los güevos para andar jodiendo a los indios”, esa es la verdadera traducción. Entonces se oculta al verdadero. En el caso de la “c”, está así originalmente escrito y no se respeta.

Obra literaria
Poesía

Barro en la Sangre (952)

Agua Arriba (1968)

Otros poemas. Antología 1965-1977 (1962)

Poema Concreto: El Chocorrón, en grabación (Febrero, 1973)

Cuidado de la Criatura (1978)

Sangre en el Barro 1979-1981 (1982)

Cartas Desde la Revolución (1981)

Poesía. Antología 1952-1981 (1981)

Novela

ElComandante (ediciones 1969, 1974, 1975, 1978, 1983)

El Vecindario (1977)

Cuento

De Tierra y Agua (primera edición 1965, séptima y última 1995)

4 Cuentos (1969)

Más Cuentos (1969)

Ahora son 5 Cuentos (1974)

Puertos y Cuentos (1987)

Cuentos: Antología (primera edición; 1985, segunda 1986)
El Caballo y Otros Cuentos (1996). LIC:RENE DAVILA."

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