domingo, 26 de febrero de 2012

El Maestro Hugo Palma-Ibarra en Galería Pléyades



Es notable, en la actual exposición del maestro Hugo Palma-Ibarra en Galería Pléyades, el afán de integrar y fundir los elementos no resaltando el detalle, il particolare en exceso, insinuado como un texto para leerle entre líneas, dejando que el ojo recomponga con el auxilio de la memoria y la impresión de los sueños. Paralelo a estos efectos destaca la ejecución no meditada que rescata el accidente y permite la irrupción del azar en un quehacer lúdico de texturas y grafiados.

La colección actual brinda cualidad excepcional que equivale a la explosión de la iconografía particular del artista: torsos frontales  y de espalda, individuos o parejas, caballos, jarras, cerámicas, cachorros, flores, collage de rostros de conquistadores en billetes o monedas, enfatizan su disposición segmentada en bandas dividiendo la horizontalidad, duplicando los formatos y piezas donde se insertan como si tuvieran a la par espejos ciegos imposibles que nunca los reflejarán.

Aquí lo corpóreo se despoja por completo de su carnalidad para devenir en un mundo pétreo y fijarse en estelas o tótems, alto relieves o frisos plantados sobre estratos subterráneos y guacas en un retorno a la condición de ídolos más prehistóricos y ancestrales que los precolombinos de su Nicaragua volcánica, emparentados con las eras innombradas que Stanley Kubrick imaginó en su film “2001, odisea en el espacio”, acompañadas no sólo por el poema sinfónico de Richard Strauss, “Así hablaba Zaratustra”, sino con la música de “La consagración de la primavera” de Igor Stravinsky en su ritual rítmico, primigenio y salvaje.

Estas imágenes lanzadas a una danza alucinante logran, con sus cortes abruptos anhelantes de abstracción, penetrar de un solo tajo e instalarse en la intemporalidad. Retrayendo el estallido final en una de las pinturas, los planos de luz interceptados reflejan efectos lumínicos protagónicos absolutos que se representan autónomos fuera de toda referencia cultural como una totalidad a alcanzar.

La observación que Valerio Adami hizo para una de sus exposiciones en París hace varias décadas: “no hago obras maestras, porque todo mundo sabe qué es una obra maestra”, no es aplicable a la pintura de Hugo Palma pues mantiene siempre viva la capacidad de sorprender al producir más interrogantes mostrando a canto otras iluminaciones.

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