BOCETO DE JULIO VALLE CASTILLO.:
Después de más de diez años de espera y de investigación histórica saldrá a luz, Óvalo sepia , la primera novela que revela una historia familiar que escandalizó en el siglo XIX, escrita por el poeta y narrador Julio Valle-Castillo, autor de Réquiem en Castilla de Oro .
Valle-Castillo reveló que la trama de suspenso y acción viene con historias escabrosas de su familia, entre ellas la de su tatarabuela Bernardete Mafuz, una monja francesa-española que vino con las asuncionistas.
Un día desapareció, estaba enamorada de un muchacho francés, salió embarazada siendo la priora del convento y fue un verdadero escándalo en León.
Se fue a vivir a Terrabona, en Matagalpa, y se cambió el nombre a Bernarda Masís. De este idilio nacieron Pablo Masís, el padre José Guadalupe Masís, sacerdote que también tuvo hijos y la bisabuela del poeta, Ercilia Masís de Castillo.
La historia no solo es sentimental, sino que tiene ingredientes de luchas militares y políticas. Sus tíos Francisco y Laureano Castillo Masís participaron en la revolución liberal de Zelaya, sufrieron persecución, y uno de ellos su “papa” Silverio se fue al exilio junto Zelaya en 1909.
” A mi familia no le gusta que toque este tema, es además escabroso. Esto sucedió quizás por los años de 1860, cuando la monja fue traída por monseñor Bernardo Piñol y Aycinena, obispo de León”, revela el poeta.
“Esta novela va a salir, me está costando mucho, pero la voy a terminar”, asegura.
Otros proyectos en preparación es el poemario Cuidados intensivos , así como la compilación de la prosa del poeta Luis Alberto Cabrales.
El alcohol y en la plaza Garibaldi
Valle-Castillo tiene su propia historia y es la del joven poeta que se enfiló con los viejos poetas de la Vanguardia. Se sintió, me confiesa, como un “niño viejo que nunca tuvo contradicciones o problemas”.
“Yo quería mucho a José Coronel Urtecho y Pablo Antonio, me entendía bien con Ernesto Mejía Sánchez, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal, Juan Aburto y Mario Cajina Vega”.
Otro a quien considera su maestro es a Ernesto Mejía Sánchez, al que llama “mi papa”. Un hombre que le enseñó la disciplina en el texto y las ideas de cultivar su propia poesía con creatividad y personalidad.
Durante sus estudios en la Universidad de México conoció a los poetas Infrarrealistas, que tenían la consigna de “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”.
Recuerda que estuvo en el taller de Juan Bañuelos, ahí conoció a Mario Santiago Papasquiario (José Alfredo Zendejas Pineda), Cuauhtémoc Méndez Estrada, Mara Larrosa, Carlos Olivas a Roberto Bolaños y Bruno Montané, cuando llegaron exiliados después del golpe de Chile de 1973.
“Con ellos íbamos a bailar, no creas que solo era leer, nos íbamos a bailar a los night club, y algunos burdeles mexicanos como el California Dancing Club, era alegrísimo, bailábamos danzones y nos picábamos con tequila en la plaza Garibaldi”.
Si bien se enfilaban en las corrientes de izquierda, era la pasión por el anarquismo que gobernaba sus acciones y vidas. Les gustaba Efraín Huertas, un viejo poeta subversivo con cáncer en la garganta.
En LA LITERARIA
Presentado como poeta por Jorge Eduardo Arellano (La Prensa Literaria, 13 de diciembre de 1970). Dos años después editó el poemario de Rafael Montiel, una antología de Joaquín Pasos (1974) y otra del modernismo (1978). Recibe el premio de poesía Rosario Castellanos (1975) en Chiapas.
En los años ochenta se proyecta su imagen, este periodo lo ve como la gran expectativa de la izquierda literaria hispanoamericana que pasó de la revolución a la disolución al desencanto y la derrota electoral. Entre los intelectuales que conoció en aquella época destacan Mario Vargas Llosa. Julio Cortázar que según Valle-Castillo murió enamorado de la revolución, Roberto Fernández Retamar, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Rafael Alberti el poeta español de la cabellera cana, el poeta Mario Benedetti, Eduardo Galeano, narrador de la realidad nacional.
También entabló amistad con los muralistas, el canadiense Arnold Belkin y el ruso Vladimir Víktorovich Kibálchich Rusakov, ambos artistas dejaron magníficos murales en el Palacio Nacional de Cultura.
Con esa visión de “Nicaragua es mi mundo”, publicó la Antología de la poesía del siglo XX, que le llevó varios años de recopilación e investigación, la antología mayor de Salomón de la Selva en tres tomos de poesía, narrativa y ensayo, una recopilación de textos de Manolo Cuadra, ensayos de Joaquín Pasos y en coedición con José Argüello sobre Azarías H. Pallais.
Sus maestros de cabecera
Reconoce a cinco poetas como sus maestros que lo han influenciado, Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho, a través de ellos conoció textos de Ezra Pound, Carlos Williams y T.S Elliot, entre otros.
El tercer poeta que le marcó la textura de sus textos fue Ernesto Mejía Sánchez, de él expresa recibió el refinamiento de su poesía y juego de palabras, el poema en prosa, el prosema, la influencia francesa de la literatura europea.
Una cuarta influencia es la del poeta Carlos Martínez Rivas, conversar con él, le apasionaba y estimulaba, por lo que comenzó a recopilar sus poemas cuando una vez le confesó que se quería suicidar y esto le dio horror.
“Me dijo: un día voy a agarrar todos mis papeles los voy a quemar y me voy a suicidar”. Entonces empezó a guardar sus poemas. Carlos en lo íntimo era un hombre querible, pero proyectaba otra imagen.
Y su quinto maestro fue Mario Cajina Vega. “Mario gozaba con ser antipático y por subvertir el orden y decirle cosas a la gente por pura jodedera. Él tenía un sentido del humor bien negro, por ejemplo recuerdo su expresión al mal tiempo peor cara, pero a Ana Ilse Gómez y a mí nos trató bien”.
Ese espíritu alegre, poético y nica, también le viene de la familia de poetas Cuadra Vega, de Chepito, Manolo, Luciano, Abelardo, Ramiro y el mismo Mario Cajina Vega. De ellos escribió un artículo que tituló Mis Cuadra Vega.
PINTOR CLANDESTINO
“Yo tengo vocación de pintor, pero no me realicé porque no se puede servir a dos señoras, a la literatura y pintura, pero ahora no tengo derecho, la pintura me reclama”.
Realizó en la década de los setenta del pasado siglo un retrato a Alfonso Cortés, un dibujo a padre Ángel Martínez, y otro a el mismo, cuando cifraba los 15 años.
Y así batallando por ser reconocido como pintor exhibió en el 2004 su primera exposición en galería Códice, fueron 17 obras, Variaciones sobre el tema de la Verónica . Antes, afirma el artista jinotepino, Álvaro Gutiérrez, el poeta Valle Castillo había sido un “pintor clandestino”.
Su afición surgió cuando se iba a meter a los talleres de los pintores mexicanos como Carlos Mérida, RAMEN, Rafael Mejía Martínez, Juan Soriano, Diego Meza, llegaba solo a verlos sin ninguna pretensión. Vio pintar el poliforum de Siqueiros y conoció las aplicaciones de las texturas que usaban.
Esto le sirvió para pintar recientemente dos vía crucis, uno de ellos ubicado en la iglesia Inmaculada, en al barrio Altagracia, el otro en la catedral Metropolitana de Managua.
Como crítico ha publicado textos sobre arte, entre ellos al maestro Rodrigo Peñalba, Fernando Saravia, Róger Pérez de la Rocha, Pablo Beteta, Ilse Ortiz de Manzanares. Y su ensayo El inventario del paraíso publicado en la desaparecida revista Nicarahuác .
Destaca como un erudito en temas culturales, académico de la lengua, poeta, pintor y novelista. El próximo martes 30 de agosto el Festival Internacional de Poesía rinde homenaje a su labor cultural en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica
fuente: la prensa/ LIC:RENE DAVILA /19080011
Ventana de informacion sobre la conservación del medio ambiente.
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